La jornada
Ciudad de México. La música es una intuición, dice incendiado de pasión el escritor catalán Xavier Güell. No es solamente una experiencia estética. Es la respuesta a todas las preguntas que jamás podrá responder el serhumano. Es un camino de percepción intuitiva que mejora la especie, exclama.
La música es una intuición, dice incendiado de pasión el escritor catalán Xavier Güell. No es solamente una experiencia estética. Es la respuesta a todas las preguntas que jamás podrá responder el serhumano. Es un camino de percepción intuitiva que mejora la especie, exclama.
Tiene apenas pocas horas en suelo mexicano. Cuando comienza la entrevista con La Jornada todo hierve en Barcelona, de donde proviene. Allá ocurre el horror. Es jueves. Las terribles imágenes recorren el planeta.
Frente al atentado en La Rambla, Xavier Güell, tiene mucho qué decir apenas unos minutos después de ocurrido: lo que acaba de ocurrir en Barcelona, en mi ciudad, constata que seguimos sin aprender a vivir con menos dolor y, sobre todo, producir menos dolor a los demás; no queremos darnos cuenta de que existen elementos para ya haber aprendido de nuestra historia.
Xavier Güel presentó anoche, como parte del Festival del Libro Judío, su libro más reciente: Los prisioneros del paraíso, distribuido en México por Colofón, donde revive la experiencia del compositor Hans Krasa, confinado en el campo de concentración nazi de Theresienstadt, con los también compositores Gideon Klein, Pavel Haas y Viktor Ullmann, además de buen número de músicos y cantantes.
Desfilan en la novela Mengele y otras bestias. Persiguen propaganda: hacer creer al mundo que Theresienstadt es el paraíso, porque permiten a los allí confinados hacer música, pero ellos saben que no sobrevivirán.
“Escribir esta novela me cambió la vida –retoma Güell. Dos años investigando para escribir este libro me acercó a personas de quienes aprendí mucho. Me enseñaron que hasta el final hay tiempo, a pesar de todo, y que es posible vivir con dignidad aun en las peores circunstancias.
“Y eso es hermoso, querido mío, es una lección de vida que intento trasladar a los lectores en este libro. Una lección de coraje y de valor. Lo esencial reside en la capacidad humana de amor cuando abrimos la mente.
“Los nazis vivían sus locuras políticas con pasión, pero lo que desconocían era la compasión. El gran secreto de la naturaleza del ser humano es descubrir o intentar penetrar en lo que es el sufrimiento, darle algún sentido. ¿Cómo se explica el dolor? ¿Cómo se explica el sufrimiento hoy día? La gran sabiduría reside en algunos que pudieron realizar esa transformación milagrosa de dolor en alegría, del sufrimiento en alegría; de esto habla el libro: de cómo transformar el dolor en alegría, de cómo transformar esa falta de esperanza que te hace querer morir inmediatamente.
“En Terezín, como en todos los campos de concentración, morían sobre todo por suicidios, y como no tenían instrumentos para suicidarse, lo que hacían era abalanzarse sobre los soldados y oficiales nazis para recibir un tiro en la cabeza. Esa es la reacción normal ante la desesperanza. Y cuando digo que escribir este libro me cambió la vida es porque descubrí, al investigar sobre las personas que inspiraron mis personajes, que el amor no se acaba si hay esperanza, y si hay esperanza no se acaba el amor.
El amor es el mejor instrumento que tiene el ser humano, mucho más allá que el arte, para entender su condición de humano. Para entender cuál es el lugar que te corresponde en este mundo, no hay nada más poderoso que el amor, ni siquiera el arte logra eso. Por eso la mayor obra de arte sin duda es la bondad.
Xavier Güell recuerda al reportero su visita anterior a México, cuando dirigió a la Filarmónica de la Ciudad en la Cuarta Sinfonía de Brahms. Es al mismo tiempo músico y escritor. Es por eso que se enciende más cuando habla de su anhelo mayor: Me gustaría trasladar la palabra desde la literatura hacia la música. Hacer música con palabras. Que las palabras suenen como suena la música. Y que además tenga fragancia, textura, atmósferas. Me interesa reproducir en literatura el pulso de la respiración musical.
En la novela Los prisioneros del paraíso hay un hermoso pasaje donde la protagonista, Elizabeth von Leuenberg, científica alemana, se sienta al piano animada por su padre, para pensar en la música de Mozart mientras lee en voz alta un pasaje de Por el camino de Swann, de Marcel Proust. Ese pasaje literario que escribió Xavier Güell es una verdadera epifanía: música y literatura hechas una.
Y es que, se enciende más Güell en entrevista: Marcel Proust es uno de los más grandes músicos del siglo XX.
–Y eso, ¿por qué no lo saben muchos, o se niegan a reconocer?
–Es uno de los grandes músicos del siglo XX porque es capaz de hacer esa transmutación de las palabras en sonidos y va mucho más allá; no se trata sólo de sonidos, sino, como decías hace un momento, también de fragancias y sensaciones de todo tipo, donde los sentidos se abren y convergen entre sí. Hay un camino de percepción intuitiva. La música es una intuición. Va más allá de las palabras. Dice, sabe, te anuncia la bondad. Te conduce por el camino de la percepción intuitiva y por eso es sustancial vivir lo más cerca posible de la música, porque no es solamente una experiencia estética. Es una experiencia ética, que mejora la condición humana. Es una intuición que nos hace mejores personas.
Los ojos de Xavier Güell están húmedos y encendidos, igual que los del reportero. Acordamos terminar la charla como termina una sonata.
La coda final es una sonrisa compartida.