Algarabía
Muchas de las predicciones en el tiempo se vinculan con la ficción, el folklore y la mitología, con creencias religiosas o con prácticas adivinatorias. Pero, ¿existe un método racional para pronosticar los sucesos por venir?
Muchas de las predicciones en el tiempo se vinculan con la ficción, el folklore y la mitología, con creencias religiosas o con prácticas adivinatorias. Pero, ¿existe un método racional para pronosticar los sucesos por venir? La respuesta es sí: éste es un breve encuentro con la futurología.
¿Qué nos lleva, como especie, a lanzar la mirada hacia el futuro?
La motivación más obvia para preocuparse por él, quizá, sea la supervivencia: la propia, la de la descendencia, del grupo humano más próximo y, en un alcance más amplio, la de la humanidad como especie. Al escudriñar en los secretos del tiempo, intentamos eliminar la incertidumbre que causa aquello que no podemos ver, y prever —es decir, «ver antes»— las condiciones favorables y adversas que imperarán, con el fin de llevar a cabo, en el presente, las acciones adecuadas para hacerles frente.
Hagamos un paralelismo burdo: al consultar el pronóstico del tiempo —que no es sino la proyección de las condiciones meteorológicas actuales— para saber si usar ropa ligera o cargar con abrigo y paraguas, estamos sacando un provecho práctico e inmediato de ese atisbo que alguien hizo del futuro. Pero no nos confundamos: los alcances de la futurología son muchos más amplios y aventurados.
Una breve historia de la futurología
Empecemos por definir qué se entiende por futurología: es la ciencia —o el arte, según algunos— que pretende, valiéndose solamente de métodos científicos y racionales, identificar y evaluar los sucesos futuros posibles, probables y deseables. Tomando esto en cuenta, la clarividencia, la lectura de bolas de cristal, la astrología, los presentimientos y cualquier práctica esotérica, no entran en este terreno; tampoco entran las predicciones a corto plazo —por ejemplo, en el ramo financiero— ni las que se basan en modelos matemáticos relativamente simples —como el movimiento de los astros o el ya mencionado pronóstico del tiempo.
Fue el visionario escritor H. G. Wells quien, en 1932, hizo la primera referencia a los estudios académicos sobre el futuro, y acuñó el término foresight2 —«previsión»—. El término futurology —«futurología»— fue acuñado en los años 40 por Ossip K. Flechtheim, quien la concebía como una rama de la probabilidad y estadística. En lengua inglesa, este término está siendo sustituido por otros como futuring, future studies, futures research, futuristics o futurics. Por otro lado, desde el punto de vista académico —y para los fines de este artículo—, además de referirse a una corriente artística,3 futurismo designa a la doctrina que aboga por un pensamiento racional, científico o basado en el sentido común, cuyo fin último es el de producir un futuro «mejor» por medio de la toma de decisiones.
Llegado este punto, es posible detectar dos grandes líneas de pensamiento con respecto al futuro:
*aquella que considera un solo futuro, monolítico, casi inexorable o matemáticamente calculable a través de la proyección de las tendencias y los patrones de cambio del presente, y que, por decirlo de alguna manera, «ya está ahí y sólo es cuestión de tiempo llegar a él»;
*y la que considera diversos futuros posibles y que, mediante la identificación de posibilidades y probabilidades, propone acciones alternativas que nos llevarán a un futuro mejor o «más deseable».
A partir de estas dos líneas de pensamiento ha tenido lugar una multitud de métodos para anticipar, evaluar, predecir y configurar el futuro. Revisemos algunos de los más relevantes.
Conoce más sobre el futuro y la futurología en Algarabía 98 de noviembre, dedicada a estos temas.