La antología, hecha por poetas, cumple 50 años de su primera edición. El volumen, hoy considerado canónico, debió sortear enormes diferencias entre sus realizador
VIRGINIA BAUTISTA. EXCÉLSIOR.
CIUDAD DE MÉXICO.
“Una antología hecha por poetas exclusivamente”, le propuso el hoy finado Nobel de Literatura Octavio Paz al editor Arnaldo Orfila en una carta escrita desde Kabul el 1 de julio de 1965.
“Mi idea es que, si en verdad existe una tradición poética en México, esa tradición se manifiesta por sus cambios y variaciones: tradición no es repetición sino movimiento”, agregó el entonces embajador de México en la India en otra misiva enviada desde Nueva Delhi el 20 de octubre de ese mismo año.
El poeta, ensayista y diplomático hablaba de la futura Poesía en movimiento. México 1915-1966, un libro hoy considerado “canónico”, “histórico” e “irrepetible”, que significó un parteaguas para revalorar en Iberoamérica la calidad y la originalidad de la poesía mexicana escrita en ese periodo.
Trabajada a ocho manos por los poetas Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, Poesía en movimiento terminó de imprimirse el 24 de noviembre de 1966 con 476 páginas, portada diseñada por Leopoldo Lozano y tiraje de seis mil ejemplares.
Este “experimento”, como lo definió el autor de El laberinto de la soledad en el prólogo firmado en Delhi el 17 de septiembre de 1966, nació, se gestó, se concibió y trabajó por correspondencia. Ahí comenzó su singularidad.
Según consta en las misivas reunidas en Cartas cruzadas: Octavio Paz-Arnaldo Orfila, el poeta mexicano le sugirió a Orfila, entonces director del Fondo de Cultura Económica (FCE), en carta del 18 de junio de 1965, realizar una antología general de la poesía en lengua castellana, que podría extenderse a la portuguesa.
Curiosamente, el editor argentino le propuso a Paz, en una misiva con la misma fecha, que él preparara una selección diferente que sustituyera a la Antología de la poesía mexicana moderna, de Antonio Castro Leal, que ya estaba agotada y debía renovarse.
Esas cartas fueron el comienzo de un largo intercambio postal que duró año y medio, dedicado a confeccionar la antología. Paz aceptó dirigir los trabajos a distancia, acordaron el equipo de coautores y los criterios, seleccionaron a los poetas y los textos que serían antologados y, no sin dificultades, aterrizaron el libro.
El volumen sobrevivió a varias diferencias de criterio, que se fueron ajustando, al constante desánimo de Paz e incluso a la renuncia de Orfila al FCE, quien se llevó el proyecto a la nueva editorial que fundó, Siglo XXI, donde fue uno de los primeros títulos publicados.
Medio siglo después, Poesía en movimiento lleva 35 reimpresiones.
Los jóvenes, a la cabeza
“La hicimos cuatro poetas de dos generaciones distintas: Paz y Chumacero y Pacheco y yo. Era un punto de vista muy dinámico de la poesía mexicana, en el contexto de la poesía en español. Se quería mostrar qué sitio ocupaba y qué era lo que aportaba”, detalla Homero Aridjis.
El único vivo de los cuatro coautores, que entonces tenía 26 años, destaca que “una innovación que propuso Paz es que la antología comenzara con los poetas jóvenes y terminara con los viejos. Los jóvenes quedaron a la cabeza, como innovadores en lugar de continuadores.
“El título mismo aludía no a una poesía estática y solemne, sino a una en movimiento, que se está haciendo”, agrega.
Aridjis cuenta que “se trabajó muchísimo, se investigó para hacerla representativa. Cada autor se discutió, si debía estar y con cuántas páginas, era generosa”.
El novelista recuerda que, “desde el comienzo hubo dos puntos de vista: el de Paz y el mío y el de Chumacero y Pacheco. Ellos propusieron a 80 autores, nosotros una muy estricta lista de 20 poetas. Entonces, hubo un compromiso de que ellos bajaran a la mitad su número y nosotros doblábamos el nuestro. Y quedaron 40 autores”.
Aridjis aclara que el motor del proyecto fue Paz. “Nosotros colaboramos, comprendimos su idea, pero fue él, un poeta con una visión internacional, conocedor de muchas poesías, y de la importancia de la apuesta mexicana, quien la concibió. Por eso es irrepetible. Se han hecho otras antologías con otros criterios también válidos, pero no con esa visión”.
Confiesa que Pacheco y él no se atrevieron años después a modificarla o a agregarle poetas de primer orden que no habían sido incluidos, como Eduardo Lizalde. “No podían estar todos. Pero tampoco había que alterarla. Se quedó como una obra única”.
Hoy, después de la experiencia editorial, dice que no se atreve a hacer una nueva antología. “Es muy conflictivo e implica mucho trabajo. Es difícil hacerlo de la misma calidad. Además, hay muchas inquinas en el medio literario mexicano, rencores, complejos. Ahora el amiguismo es el criterio, la mezquindad”.
El poeta y filósofo Jaime Labastida destaca que Poesía en movimiento quiso dar a conocer la ruptura de la tradición y la tradición de la ruptura. “Lo dice Paz en el prólogo. Él estaba inmerso en lo que podríamos llamar poesía experimental, y quería dar a conocer a poetas que la hubieran representado”.
“Es una antología completamente extraña, porque invierte el orden cronológico en el que normalmente se presenta a los poetas. En cualquier antología, sea de orden personal, de un movimiento o un país, se empieza de los más antiguos hasta llegar a los más jóvenes”, considera.
El actual director de Siglo XXI Editores detalla que el proyecto sorteó una serie de problemas. “Alí y Pacheco pensaban que no eran poetas de ruptura, sino que estaban inmersos en una tradición. Hubo una serie de conflictos, que se salvaron por fortuna, y finalmente se publicó como se conoce ahora. No fue fácil”.
Acepta que fue una iniciativa exitosa y que se siente complacido de que se hayan incorporado sus poemas. “Esa antología, que pretendía no ser antología, que quería romper con la tradición, se ha convertido en una antología canónica. No están todos los que son. Al paso de los años uno ve ciertos hoyos negros. Pero la reeditamos de manera constante, porque la gente sigue acudiendo a ella. Mantiene plenamente su vigencia”.
Coincide en que es un libro irrepetible. “Para hacer una obra semejante con otro periodo se necesitaría a una persona que tuviera las mismas inquietudes de Octavio Paz, y el mismo prestigio y la misma inteligencia. Lo cual es muy difícil”.